jueves, 1 de marzo de 2012

Romance de la cubana y el torero


Hacíamos referencia al apasionado amor que unió en
matrimonio a Natividad Alvarez, “Nati la Bilbainita”y a José Antonio Arechavala Hurtado de Mendoza, rico hacendado de Gordexola.
La unión se deshizo pronto, pues, tragedia de por medio, ella murió por culpa de un mal parto.
Sin embargo, la familia Arechavala alcanzó por otro motivo una alta cotización en los ecos de sociedad.                                    
Dueña de una gran fortuna, sus bienes provinieron, fundamentalmente, de las sustanciosas rentas obtenidas a cuenta de la factoría “La Vizcaya”, instalada en la localidad cubana de Cárdenas, donde se producía el apreciadísimo Ron Arechavala. Su fundador, don José Arechavala Aldama, casó con doña Carmen Hurtado de Mendoza y García.




Castellana Nº 19
Palacio de la viuda de jose Arechavala donde se caso su nieta con enl torero



Entre otros descendientes, al margen José Antonio, tuvo a Ignacia Gloria Arechavala,luego flamante esposa del torero de moda: Antonio Márquez, más conocido como “El Belmonte rubio.
Hablamos también otro matrimonio deshecho, puesto que el matador acabaría abandonando a su esposa para convertirse en la pareja de la cantante Concha Piquer.
Bilbao fue escenario de algunos de los lances –hablando de torero, ¿cabría mejor calificativo?–protagonizados por el espada y la artista.
Márquez y Bilbao
Antonio Márquez actuó en Bilbao, fundamentalmente, entre los años 1924 y 1932. Su toreo artístico, pausado y pleno de dominio, parece ser que gustó mucho a nuestros aficionados de la época.
Fue en la Semana Grande de 1925 donde destacó de manera clara, junto a Martín Agüero y al Niño de la Palma. Un año después intervino en tres de las corridas generales,
Y en 1927, el año en que acabaría casándose con Ignacia Gloria–¿casualidad o es que la familia de ella hizo lo imposible ante la Junta Administrativa?–, participó nada menos que en seis festejos, cuatro de ello correspondientes al cartel agosteño. A pesar de todo, su actuación, globalmente considerada, no pasó de discreta.
Sin embargo, los años siguientes sí que le sirvieron para destacar sin ninguna discusión. Así, en 1928sobresalió por su arte fino y elegante y su insuperable manejo del capote. Cuando la nueva temporada, intervino también en dos corridas de feria y derrochó tronío y entrega. Ya en la cuesta abajo de su carrera, en 1931 sólo toreó el 3 de mayo, fuera de fiestas, manifestándose muy artista en sus dos enemigos, y el 26 de junio de1932, con motivo de celebrarse un festival del Taurino, fue peón de lujo, junto con “Torquito”, para el inolvidable jugador del Athletic Germán Echevarría “Maneras”, así apelado por el garbo postinero que exhibía cuando paseaba por Bilbao.
De momento, se nos esconde cuándo y cómo torero y rica heredera se conocieron. Puede ser que ello sucediera en Madrid, ciudad de residencia de los Arechavala, aunque tampoco puede descartarse que de aquella amistad primera naciera un amor forjado en Gordexola, en Villa Carmen, el magnífico casón indiano de la familia. La presencia de Márquez en Bilbao en fechas veraniegas, por motivos puramente profesionales, hubiera facilitado el contacto.
A primeros de diciembre de 1927, las revistas de sociedad,
“Mundo Gráfico” entre ellas, publicaban la noticia de que el popular y valiente diestro madrileño Antonio Márquez contraería, en breve, matrimonio con su bella prometida, la cubana señorita Ignacia de Arechavala, el día 8 de aquel mes. Los esponsales se llevaron a cabo en la capilla particular del palacio de la señora viuda de Arechavala,en Paseo de la Castellana,19.
Bendijo la unión el sacerdote don Florencio Gil, amigo íntimo de la familia, apadrinaron a los contrayentes doña Carmen deArechavala y don Francisco Márquez, padre del novio. Firmaron el acta como testigos don José Antonio y don José Arechavala, el marqués de Bolarque, don Fernando Urquijo, y don  Fulgencio Lozano, en representación del popular primer actor Valeriano León, íntimo amigo del novio. terminada la ceremonia, los invitados, entre los que figuraban muchos artistas, escritores y amigos de los nuevos esposos, se trasladaron al reputadísimo Hotel Ritz, donde fueron obsequiados con un espléndido “lunch”.
En diciembre de 1928, la pareja se veía premiada con el nacimiento de un hijo, que recibía el nombre de José Antonio, como muestra de cariño a su tío materno.
Parece que el primer encuentro entre el torero y la cantante Concha Piquer tuvo lugar poco después, en 1929, en Madrid, cuando se celebraba un baile de máscaras.
A partir de entonces, el amor todo lo pudo. Claro que Márquez seguía unido legalmente a Ignacia, la “cubana”, aunque no viviera con ella sino con la artista valenciana y cuando la República aprobó el divorcio llegó el franquismo para abolirlo. Total, resultó imposible que los papeles se arreglaran.






Concha Piquer y Antonio Marquez, una situacion dificil en una epoca en la que mantener su relacion estaba mal visto. Un viaje
a la Argentina puso distancia en los acontecimientos
Nace “la otra”
Desde entonces, la Piquer pasó a ser “la otra”. Y es que el público, que se sabía de memoria el idilio, no dejaba de llenar los teatros donde actuaba la intérprete. Lo cuenta
Manuel Román en su libro Memoria de la copla: “Se presentó (Concha Piquer) en el teatro Fontalba con Retablo español, el año 1943, estrenando No me quieras tanto, Lola Clavijo y, entre otras hermosas canciones, Romance de la Otra. Parecía un trasunto de su propia vida sentimental.
El estribillo de esa farruca de Quiroga, con letra de Rafael de León, rezaba: “Yo soy la otra, la otra, y a nada tengo derecho, porque no tengo un anillo con una fecha por dentro...” Concha Piquer tampoco podía llevar anillo de casada”.
Versión por versión, tampoco es de despreciar la de Antonio Burgos sobre el papel de “la otra”, la mujer oficial que se siente despreciada, que tal fue el caso de la Arechavala:
“En diversos acontecimientos he podido comprobar que ahora “la otra “es la primera mujer. La que se casó con los papeles bajo el brazo. La que tiene el primer anillo de la primera boda. De la que nadie habla.
Mujeres abnegadas, sufridas, que pasaron en su juventud los tiempos más duros y adversos.”
El 1 de septiembre de 1944, la Piquer y Márquez embarcaron en el puerto de Bilbao con destino a la
Argentina. Debía llevar a cabo allí una gira prolongada, por una parte debido al éxito que tenía en aquellas tierras y también porque estaba embarazada. No siendo la esposa del torero, su vuelta podía reportarle algún que otro disgusto, vista la moral imperante en la época. La niña, hoy Concha Márquez Piquer, nació en Buenos Aires el 31 de diciembre de1945.
Consultando el tomo primero de Cafés parlantes de Bilbao, en el capítulo correspondiente a La Concordia, puede leerse lo que Elías Segovia, promotor y dueño de tan afamado establecimiento, decía al respecto: “Elías Segovia fue el encubridor de los amores prohibidos que durante muchos años mantuvieron la artista y Antonio Márquez, el torero rubio. Cuando ella cantaba en el
Campos, nuestro barman se las apañaba para organizar el encuentro en un saloncito privado de La Concordia. Ambos entraban y salían por diferente sitio. –Una gran mujer.

Recuerdo que al poco de tener la niña, que se llama como ella, Conchita, vino a Bilbao para luego embarcarse en Santander, porque tenía que cumplir una serie de contratos en América.
No sé cómo ocurrió ni qué pintaba yo en todo ello, pero me pidió que, por favor, llevara a la niña en su capazo hasta el mismo barco. Cogí un taxi y así lo hice.
Cuando la chica se casó con Curro Romero, estuve invitado a la boda.
Ya digo. Estupenda cantante y magnífica mujer”.
Por dar pie a la ironía, se cuenta que a Márquez nunca le gustó el ron, que lo suyo siempre fue la cazalla
Romance de la cubana y el torero
Antonio Márquez, el torero rubio, casó con Ignacia de
Arechavala, de acaudalada familia indiana, natural de Gordexola

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